Melusina en el instante del segundo grito: ha brotado de sus caderas vacías, su vientre es toda la cosecha de agosto; su torso se hace esbelto en el fuego de artificio de su talle arqueado, ceñido por dos alas de mariposa; sus senos son armiños aprisionados en su propio grito, enceguecedores a fuerza de limpiarse la boca aullante con carbón ardiente. Y sus brazos son el alma de los arroyos que cantan y perfuman. Y bajo la cavidad de sus cabellos desteñidos, se componen para siempre todos los rasgos distintivos de la mujer-niña, de esa variedad tan particular que siempre ha subyugado a los poetas porque el tiempo no ha pasado sobre ella.
Arcano 17 (André Breton)