Monday 26 May 2008

Los resultados de la escritura automática

Está inscrito en sangre en mi frente y somos uno en mi ridícula polaridad. Me dejó cansada y sin ganas de luchar de nuevo, sin alma, ni espíritu ni tiempo.

La casa está vacía, el corazón vacío: el saber lo robó todo. Nada queda, todo se pierde.

Sólo tengo palabras vanas y pútridas entre manjares y asociaciones.

No hay más en mí que encrucijadas y juegos que se desnudan y ríen, y hacen una sátira de mí.

Tanto control, tanto dolor, huesos, labios e imperfecciones, siempre erróneas, astilladas, eremitas y abstemias. El aire aprieta, asfixia. Huele a muerto, a epidemias, a la sal del mar. No hay límites, no hay nada.

Por favor que se acabe la conciencia, el dolor y el sopor. Que una emoción lo borre todo, lacerando mi piel y abriendo mi cráneo para que los colores escapen de él y rieguen este mundo, que así sirvo más.

Libertad en mi locura. Creo que existes. Pero no, yo no estoy loca, es sólo una excusa para mi debilidad.

Sueñas a mi lado como un fulgor y siento la sangre caliente en tus venas atadas a las mías, a mi ser, a mi inestabilidad. Ojala me pudieses curar de estos sueños, y así no estar sola entre piel y huesos que día a día se pudren y me matan. Trae el frío del norte hacia mis brazos para que lo cuide.

Soles, crisálidas y alas que se abren de par en par, quebrándose y pudriéndose, y yo dejo de ser por un instante. Sólo en tu simplicidad existo, sólo tú entiendes mi infamia y mi codicia, mi tortura, mi dicha, mi placer y mi hambre. Es que si no estás las piedras caen y me aplastan, el cielo desparece y todo queda abovedado entre mis gritos. Te pierdes, yo me pierdo, te escondes y caes entre mil rosas y sus espinas incapaces de dañar tu inmaculada metáfora que me obsesiona y llena mis noches de vigilia.

Me he ido y no sé volver al inicio del camino. Sácame de aquí, ahora, no dejes que me pierda.

Líneas y expresiones se suceden en falsedades e irritabilidad, los colores se superponen y entremezclan en mis oídos. El sol no está. Todo es negro, y no es melancolía sino la vida misma: me dejo tragar y matar por la tierra que me creó y crió. Aun no muero, aunque todo está enterrado bajo su luz. Ha quemado todo, pero florecemos en sangre, bajo la hiedra nacemos, a ella volvemos.

Mentiras y más mentiras. ¿De qué salvación me hablas? Perezcan ahora y libérense de las ataduras de la carne y el sebo. Bebíamos a los mártires como a estrellas en el cielo, buscando respuestas y capacidades innatas, estelas de razón y desafíos. ¡Pero no! No busquemos más que la parca nos acecha, Láquesis ata el hilo de la vida y nos toca morir. ¡Pues hagámoslo! Qué mas da entre tanta suciedad en el cielo y en la tierra, ángeles sin boca y un dios que no nos espera.

El fruto prohibido sabía a miel y a perverso, y a luna entre las estrellas. La savia de su árbol sabía a polvo y a humo. Vomitaba sangre que olía a rosas, decía profecías en latín y se convertía en poeta por cinco minutos

Una analogía que no sabe a nada, ni a sentido ni a cantos. Ya no cura a nadie y nadie la escucha, pero yo me uno a sus gritos. Aún no me encuentra, a pesar de mis llamados, entre los girasoles, las nubes y la primavera. Nunca me ha llegado su olor a nuevo. Sólo tierra, moscas y gusanos perdidos entre la maleza. Partir hacia adentro del espejo, cruzarlo, quebrarlo y morir en el intento.

Lenore fue perdida por su poeta. Nadja perdió la cabeza, y, al fin y al cabo, Safo también está muerta, convertidas ellas y yo en metáforas y en palabras vacías.